La obesidad no se relaciona con ningún síndrome psicológico o conductual con características propias, pero en muchas ocasiones trae consigo implicaciones psicológicas y sociales, tales como bajo autoconcepto en imagen corporal, estado de salud y funcionamiento sexual que repercuten en la calidad de vida.
En la sociedad actual, la persona obesa es juzgada como físicamente menos atractiva, carente de voluntad y conducta. Esto lleva a que muchas personas obesas desarrollen una imagen corporal negativa, caracterizada por: incomodidad y angustia cuando la apariencia es percibida por otras personas, excesiva importancia de la apariencia en la auto-evaluación, autovaloración negativa debido a la apariencia y evitación de actividades por la verguenza que experimentan por su apariencia física.
El sobrepeso y la obesidad no sólo representan un problema estético, sino que también duplican el riesgo de padecer disfunciones sexuales: las personas obesas son más propensas a reportar problemas sexuales que aquellas que tienen un peso normal, los pacientes con sobrepeso suelen tener altos niveles de estrés, uno de los principales inhibidores del deseo. Las relaciones sexuales en la obesidad pueden ser insatisfactorias, ya que el exceso de grasa corporal podría dificultar que la relación física sea completa y adecuada. Las relaciones sexuales del obeso se dificultan por vía indirecta: junto con la patología orgánica que complica la obesidad, existen alteraciones de imagen corporal que repercuten en la baja autoestima, rechazo a su propio cuerpo y al compañero, sentimientos de desvalorización e impactan la calidad de vida.